Hoy en día no es extraño pensar que tenemos de todo en todos sitios; zumo de naranja en Noruega, queso francés en México o turrón en Australia. Y no sólo es la comida, piensa por ejemplo en el iPhone desde el que lees esta entrada; todo el mundo sabe que fue inventado en California, pero sus piezas fueron creadas en India, Japón, Corea del Sur… así que imagina por un momento todas esas cosas que se necesitan moviéndose por el mundo, de un lugar a otro, unas pocas por aire, pero la mayoría a través del mar. Lo llamamos globalización.

No siempre se ha transportado la mercancía marítima de la forma en que se hace ahora. A mediados del siglo pasado fue cuando se empezó a cambiar la manera tradicional en que la carga viajaba (cajas, bidones, sacos, barriles…) por la manera que conocemos hoy, los contenedores. Todo empezó con un hombre que quería simplificar su trabajo y que, sin quererlo, cambió el transporte marítimo para siempre. Esta es la historia del hombre que hizo que la globalización fuera posible.

Durante la gran depresión, Malcolm McLean era un transportista de 24 años que se pasaba el tiempo en su camión durante viajes eternos desde Carolina del Norte a Nueva Jersey. Cuando llegaba al destino, tras 500 km, pasaba largas horas aburrido en los muelles esperando a que los trabajadores cargaran la mercancía en los buques (para que te hagas una idea, el tiempo medio de carga de un buque era de una semana, más otra semana para descargar). En mitad de toda esa frustración le llegó la inspiración, y pensó que se podría descargar el camión directamente en el barco, sin necesidad de sacar los bultos uno a uno. Hoy este concepto es una realidad, pero en aquella época parecía una locura, algo que, simplemente, no iba a funcionar.

Nuestro protagonista estaba tan convencido de su idea que vendió su compañía de transporte para hacerse con una pequeña naviera y con ayuda de expertos ingenieros modificó un barco petrolero T-2 se la 2GM, el Ideal X, así fue como en 1956 zarpaba el primer buque con 58 contenedores de 40 pies marcando un hito en la industria. A partir de aquí, el resto es historia, su compañía empezó a despuntar y en poco más de medio siglo estamos donde estamos. Ofreciendo soluciones para el transporte de cualquier tipo.

En el libro La Caja, de Marc Levinson, podrás encontrar más curiosidades sobre esta historia.

 [:en]Today, we can find everything we need everywhere we want: orange juice in Norway, French cheese in Mexico or nougat in Australia. And not only food; think about the iPhone from which you are reading this article. Everyone knows that it was invented in California, but its small pieces were created in India, Japan, South Korea… so imagine for a second all the things that need to be transported over the world, some by plane but most of them by ship. We call it globalization.

Maritime goods have not always been transported like the way we do it now. During the middle of the last Century, the traditional way to transport goods (boxes, barrels, bags, drums…) changed into the way we all know today: containers. Everything started with a man who wanted to facilitate his work and, unintentionally, revolutionized the maritime transport forever. This is the story of the man who made globalization possible.

During the Great Depression, Malcolm McLean was a 24-years-old carrier who spent time doing eternal travels by truck between North Caroline and New Jersey. When he arrived to destination, after about 500km, he spent hours bored at the docks waiting for the workers to load the goods up on the ship (to get an idea, the average time to load goods on a ship was one week, and another week to unload them). So, Malcolm was not only bored but also sparked and, in the middle of that frustration, inspiration came to him: he thought that the truck could be unloaded directly on the ship, without the need of taking down the packages one by one. Today, this concept is a reality, but in that time it seemed something crazy, something that, basically, was not going to work.

Our protagonist was so convinced of his idea that he sold his transport company to buy a little shipping line and, helped by expert engineers, he modified an oil tanker T-2 of WWII, Ideal X. That is how, in 1956, the first ship with 58 containers of 40 feet set sail, becoming a milestone in this industry. Since then, the rest is history: Malcolm McLean’s company started to excel and, in less than 50 years, here we are, offering concrete solutions for all sorts of freights.

In the book “The Box”, by Marc Levinson, you will find further information and curiosities about this story.[:]

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