El término ‘logística’ ha acompañado a la humanidad por varios siglos, aunque no fue hasta mediados del siglo XX que empezó a adquirir importancia dentro de la vida civil, esto es, entendiendo el término desde el enfoque de tener el producto exacto en el sitio correcto y en tiempo oportuno, además de con el menor coste posible. Basta una consulta rápida entre las diferentes fuentes bibliográficas de autores que han tocado el tema de los inicios del proceso logístico para dar cuenta de ello.
Efectivamente, desde la época de los romanos, se utilizaba el término en el ámbito militar para hacer referencia a la administración del ejército, el abastecimiento de los insumos necesarios a las tropas con el fin de soportar las largas travesías y las jornadas de duración de las guerras. En cualquier caso, en su proceso más primitivo, encontramos los cinco elementos básicos del proceso: servicio al cliente, inventarios, suministros, almacenamiento y transporte o distribución.
Sin embargo, hay otros autores que van más atrás en el tiempo y parten de la tesis religiosa, siendo el relato del Diluvio Universal la primera mención escrita que trata el proceso logístico, acompañando el quehacer de las actividades del hombre al iniciar cualquier empresa y asociando el término al logro de un fin bueno, sobre la base de un plan. Es así como esta corriente consigue conectar el proceso logístico a la ética desde sus inicios.
No es cosa nuestra tratar el hecho de si Noé existió y construyó un barco donde metió una pareja de cada especie animal o no, sino de constatar que, fueran cuales fueran sus inicios, la ética está mereciendo cada vez una atención mayor. La nueva realidad competitiva de las organizaciones presenta un campo de batalla en el cual la inmediatez, la flexibilidad o la productividad son caballos ganadores y determinan la posición de las empresas en el mercado, pero es necesario añadir el componente ético a la ecuación para demostrar que el servicio realizado que dota de esa “ventaja” al cliente no sea fraudulento y provoque la mala reputación.
Dado que la logística no puede desligarse de la vida humana -pues está al servicio de ésta-, la ética empresarial no es, en sí misma, algo diferente a la ética general.